sábado, 11 de agosto de 2012

Perdiendo mi religión


Encerrado entre las oscuras paredes del que alguna vez fue un lugar alegre, deambula, entre los rincones viendo sombras entre los pasillos, puede que la vida sea más grande que yo, que tu, que lo que conocemos, piensa intentado comprender porque la luz no entra por las ventanas. Pero a pesar de todas las confusiones lo sabe, ella no es como él, no siente como él. Los separa algo demasiado grande, la muerte.

A pesar de que el tiempo ha pasado, es difícil reponerse a perder al ser amado y él, Víctor, sigue deambulando entre los rincones intentado sentir su calor a través de los rayos del sol. De vez en cuando la ve por las noches, por ello sigue ahí, sabe que sigue ahí, pero nadie más podría entenderlo, por eso se encierra y se aísla, no quiere hablar demasiado, nadie lo entendería.

Y ahí está él, en el centro de las miradas, siendo el motivo de los murmullos del pueblo, sintiéndose observado. Poco a poco va perdiendo la fe en Dios, en lo santo, en lo bueno, poco a poco va perdiendo la religión que por tantos años abandero su pecho y sus palabras. Busca maneras de contactarla, de llamarla, de verla, pero no logra que aparezca ante su deseo por más que intenta, no obstante a sus oídos llega su risa, sus palabras, sus canciones, cualquier pequeño conjunto de palabras aun irreconocibles balbuceos, pero es su voz y él lo sabe, independiente de los fracasos  no se rinde, pues percibe como ella también lo está intentando.

Con el paso de los días, que ya no distingue pues el día y la noche significan lo mismo para él, la lógica lo abandona, abre los ojos aun tendido en su cama y le susurra, elige detenidamente cada palabra que sale de sus labios como si fuera una confesión que solo ella podría interpretar. Solo, herido y ciego, la busca por las habitaciones que alguna vez compartieron, intentado no perderla de vista, no perder el contacto. Entonces ocurre, deja de distinguir si habla o piensa, y guarda silencio también en su mente, salvo por un pensamiento fugaz, quizás estoy tendiéndote una trampa, quizás no debas estar aquí, pero rápidamente alejo la idea por temor a que pudiera oírlo, por temor a haber dicho demasiado.

En esta vida hay que  tener en cuenta muchas cosas, la diferencia entre lo ilusorio y lo real, por ejemplo, quizás alguien debió decírselo a Víctor antes de que resbalara hasta quedar de rodillas, alguien debió habérselo dicho, aunque de seguro no lo hubiera entendido no creído, Todas las fantasías acudían ahora a él removiendo los cimientos de su razón, creo que ahora soy yo quien a dicho demasiado.

Víctor sigue ahí, buscándola por todas partes, creyendo escuchar su risa, creyendo escuchar su canción, creyendo fervientemente que ella está ahí, intentándolo igual que él. Solo en una esquina, ni siquiera se da cuenta donde esta, se ha convertido en el centro de las miradas, ahora ya no es capaz de creer en nada real, no tiene fe ni religión, solo intenta mantener el contacto con ella, un contacto que hace mucho tiempo desapareció junto al aliento de sus labios.

De vez en cuando alguien entra a su habitación, intenta explicarle, que ella no está ahí, que no importa si él cree verla u oírla, todo es un sueño, los muebles nunca se movieron, las sombras nunca atravesaron las paredes, pero no sirve de nada, él sigue intentándolo, sigue llorando su ausencia, no puedes quitarle su locura a alguien que solo vive por ella, a pesar de que todo sea un sueño, y quizás en el fondo lo sabe o quizás no, pero no por ello dejara de ser un sueño, simplemente un sueño.



Inspirado en la canción Losing my Religion del grupo REM