No existen las casualidades. La
vida, simplemente, se regodea con los laberintos que nos impone.
Hoy me levante distinto. Alce la
mirada cuando salí de mi cama y vi mucho más que mi rostro al mirarme en el
espejo. No tengo certeza de que es lo
diferente, solo sé que desperté con la
sensación de que el día de hoy sería uno de esos días para recordar. Me vestí como
de costumbre, todo parecía igual que siempre pero al mismo tiempo se sentía
distinto, chequee mi apariencia en las espejadas paredes del elevador como hago
cada mañana, quizás sea solo yo, hoy luzco bonita, hoy me siento bien, así que
avance el día con una inquebrantable sonrisa en el rostro.
Fue un día perfecto en el que
todo parecía resultarme a pedir de boca. Perfecto en muchos sentidos por lo
que, en consecuencia, llegada la tarde regresaba a casa con la misma alegría de
un niño en su cumpleaños. Baje las escaleras del metro saltando los peldaños de
dos en dos, me desequilibre un poco y voltee hacia atrás en mi esfuerzo por
mantenerme erguida y no me caí, claro que no, después de todo hoy el día era
perfecto. Sin embargo algo llamó mi atención, en lo alto de la escalera distinguí
una figura que me pareció conocida, pero no podía ser, han pasado más de 10
años ¿Qué posibilidades había? Mi mirada se hipnotizó con su andar. Lucia bien,
no había cambiado mucho en estos años. Una chica guapa sujetaba su brazo.
Recordé que alguien me comentó hace algunos años de que se había declarado
lesbiana y claro, una chica como ella, no se iba a quedar sola. No, ella no,
ella siempre era una especie extraña de caballero con buenos modales.
Me perdí entre mis recuerdos, que
lejanos parecían ahora esos momentos libres de distinciones de género en
nuestro colegio exclusivo para mujeres. En esa época muchas actuaban como
chicos sin siquiera notarlo y ella, ella, tenía algo que llamaba la atención,
sin ser particularmente aplicada ni pensarse diferente, se distinguía de entre
las demás, o quizás esa era mi
percepción, ella me hacía sentir segura, era una gran amiga. Hace mucho que no
pensaba en lo difícil que me resulto cuando nos alejamos, fue una época difícil
para mí y suelo evitar pensar en ella.
No me di cuenta que estaba paralizada
observándola hasta que ella estuvo frente a mi clavándome su mirada penetrante.
-
¿Nos
conocemos? – preguntó
Por supuesto que no podía reconocerme,
ya no soy aquella niña insegura que dudaba de si misma, soy toda una mujer y no
me va nada mal; termine mi carrera, vivo por mi cuenta, tengo un trabajo que me
gusta e incluso uno que otro pretendiente. Sin embargo me vuelvo a sentir
indefensa frente a ella, vuelvo a desear poder tenerla cerca para que me
proteja del mundo.
-
¿Oye
estas bien? – volvía a dirigirme la palabra mientras la chica que la acompañaba
jalaba suavemente de su brazo con evidente deseo de marcharse.
-
Sí,
estoy bien – logre responder con un hilo de voz.
-
¿Segura?
-
Si
– respondí e intente alejarme pero ella se cruzó en mi camino cortándome el
paso.
-
Disculpa,
no quiero ser insistente pero tu cara me parece familiar ¿en verdad no nos
conocemos?
No me atreví ni a responderle ni
a hacer algún movimiento.
-
Te
llamas Paz ¿verdad?- insistió
-
Si
– respondí, incapaz de negarlo, sintiéndome desnuda.
-
Sabía
que eras tú – comentó alegre – estudiamos en el mismo colegio de primaria.
-
Sí,
soy yo ¿Cómo estás? – ya estaba descubierta, así que saque de mis entrañas una
conversación automática adquirida socialmente tras años y años de buenas
costumbre.
-
Bien,
bien ¿y tú? Te vez muy bien
-
Lo
estoy. Tú también te ves bien – comenté sin lograr evitar que mi mirada se
dirigiera a la mujer que aun sujetaba su mano.
-
Ohh,
lo siento, esta es mi novia. Cielo, ella es Paz una vieja amiga de la escuela –
nos presentó a la vez que nuestras miradas se cruzaban, con esa manía suya de
efectuar todas las formalidades que dictaban los modales. Seguía siendo ella.
-
Mucho
gusto – saludó la chica con unos ademanes impecables, seguro debía ser de una
familia de abolengo.
-
Es
un placer – respondí intentando que no me temblara la voz. Era una mujer alta,
elegante y llamativa. Yo, por mi parte,
siempre he sido algo baja pero frente a ella me sentía particularmente pequeña,
quise poder impresionarla, estar a su altura, quise que me percibiera como un rival
a la que hay que respetar, sin saber porque.
-
Es
bueno verte – Dijo mi antigua amiga calmando la tensión que empezaba a
formarse.
Ella siempre tuvo capacidad para
amenizar el ambiente, era uno de sus talentos. Me hubiera gustado que
habláramos mas, pero no supe que decirle y antes de que pudiera darme cuenta se
despedía diciendo que nos contactáramos por internet, era una mera cortesía, a
pesar del paso de los años, o quizás por ellos, ambas lo sabíamos.
Yo solo podía sonreír y verla
marchar, despareciendo entre la gente, pero no hoy, hoy es diferente, hoy es mi
día especial. Tenía que hacer algo. Si nos habíamos cruzado después de tanto
tiempo no podía dejar que se fuera así. Corrí para alcanzarla pero se había
perdido entre la multitud del subterráneo.
Era una estación grande, sería muy difícil encontrarla, pero no pensaba
rendirme, ejecute la única idea que cruzo por mi mente.
Una campaña cultural del gobierno
había ubicado pianos verticales en distintos espacios urbanos para el disfrute
de los transeúntes, esta estación tenia ubicado uno de ellos en el nivel
intermedio. Corrí a él y, sin estar segura de si serviría de algo, empecé a
tocarlo. Hace mas de tres años que no tocaba, no recordaba muchas melodías pero
algo en mi pecho me gritaba que debía tocar. Nunca había tocado fuera de mi
habitación, mucho menos imagine tocar en plena vía pública, pero había empezado
a tocar por ella, este era su instrumento preferido, lo amaba más que a cualquier persona. No
podía haber cambiado tanto ¿O sí?
Empezaba a perder la esperanza,
mis dedos se deslizaban por inercia sobre el teclado, quizás ya había salido de
la estación, era una idea estúpida. Estaba por detenerme cuando veo que alguien
sube la escalera y se para frente a mí. Era ella, se notaba que había venido
corriendo, no supe que decirle, solo
seguí tocando.
-
Eres
muy buena – comento evidentemente impresionada
No supe que responder solo seguí
tocando y ella se sentó junto a mi en silencio, seguro no quiso interrumpir. Miraba mis manos con toda su atención, hubiera querido
recordar más melodías pero en cuanto la sentí a mi lado mi mente se quedó en
blanco, me detuve y antes de darle tiempo de decir algo me puse de pie y fui a
sentarme en banquillo que estaba como a un metro de distancia. Ella seguía ahí,
con la mirada fija en las teclas sin mover ni un solo musculo ¿Por qué no
tocas? Le pregunte en mi mente, pero como era evidente no se puede obtener
respuesta a una pregunta que no es audible. Poseía una expresión tan
contemplativa que no quise interrumpirla y siendo honesta no hubiera sabido que
decirle, me balancee en mi puesto nerviosa y vi una guitarra eléctrica
conectada, un hecho extraño aun para una estación con un piano, quizás esto era
una señal de que debería seguir con la música. No sabía mucho de guitarra, pero
había una melodía que me rondaba la cabeza, a pesar de no ser muy conocida
pensé que ella la podría apreciar, empecé quedamente tocando con baja
velocidad, pero a medida que pasaba de una nota a otra vi su expresión cambiar,
la conocía, ¡la conocía!, y estaba
boquiabierta, que increíble era eso, en serio este es un día especial.
Estaba terminando de tocar la
primera estrofa cuando vi como su novia aparecía y se sentaba a su lado, me
había olvidado de ella por un momento, pero claro no podía estar muy lejos,
debe de haber venido caminando sin ninguna prisa tras de ella, no se veía muy
feliz.
-
Es
“3AM” – comento mi amiga al momento de ver a su novia llegar – es 3AM de los
Poets of the fall, al principio pensé que era “Decode” de Paramore, por la intro, no había notado
cuanto se parecían, pero es 3AM.
Parecía hablar sola, más que nada
para si misma que para su novia, por eso no resistí la tentación de
empezar a tocar la canción desde el
inicio nuevamente para que pudiera disfrutarla.
-
Escucha
– dijo mi amiga a su novia al oír las primeras notas.
No había terminado de tocar el
coro cuando vi que ambas se levantaban, no escuche ningún comentario de marcharse, pero seguro la
novia le había comunicado con gestos que debían irse, lo supe por la expresión
de resignación en la cara de la que era mi amiga. ¿Qué estoy haciendo?, pensé,
no he visto a esta mujer en años, ya había dejado de pensar en ella, ¿Por qué
no solo la dejo marchar?, porque sé que esta es una oportunidad en un millón,
no, no la puedo dejar ir, debo decirle eso que nunca tuve el valor de decirle.
Solté la guitarra y me levante de
súbito, la tome del brazo izquierdo y la abrace refugiándome en su pecho, no
opuso ninguna resistencia, incluso me devolvió el abrazo, aunque quizás sea solo
el instinto. Mi cabeza no alcanzaba sus hombros, ella siempre fue una de las
más altas de la generación, que segura me sentía entre sus brazos, este era el
momento, el día, la oportunidad “te quiero” le susurre sin atreverme a mirarla
a los ojos. Ella por su parte me abrazó con mas fuerza y acaricio mi cabeza,
instintivamente levante la cabeza para mirarla.
-
Debo
irme – me dijo con una sonrisa de medio lado y expresión de disculpa mientras
sus músculos se relajaba para liberarme.
Me quede paralizada viéndola
alejarse, viéndola acercarse a su novia que la esperaba al inicio de la
escalera, viéndola tomar su mano. Paralizada hasta que al bajar antes de
desaparecer me dirigió una última mirada de disculpa, entonces sentí las lágrimas
correr por mis mejillas. ¿no se suponía que este día sería diferente?
Corrí, necesitaba correr, de
pequeña correr se me daba bien, quizás debí seguir en eso, corrí y pase a su
lado corriendo evitando tocarla, corrí hasta salir de la estación. Sentí como
el aire frio me golpeaba contrastando con la calidez de mis propias lágrimas.
Todo parecía muy oscuro en este día que prometía ser tan brillante, un momento
¿en qué momento había caído la noche? De pronto tome conciencia. Estaba
corriendo en medio de la ciudad, de noche, mientras lloraba, la gente me
miraba, pare de llorar de súbito. Empecé a caminar con celeridad y entre a un
local, ni siquiera presté atención a si era un bar, un café o un restaurante,
solo entre y me escondí en el baño.
Los servicios, por fortuna
estaban vacíos, sin embargo de todos modos me encerré en un cubículo a intentar
procesar lo que estaba pasando. Todo había sido demasiado extraño, quizás era
un sueño pero se sentía demasiado real. Solo podía llorar mientras me sentía el
ser más estúpido en el planeta. Escuche
la puerta y mis lamentos cesaron por instinto, sé que era imposible, pero pensé
que era ella que venía a buscarme, me sonreí ante mi propia ingenuidad, espere a oír como la figura misteriosa
entraba en un cubículo y salí del mío. Me lave la cara, me mire al espejo, era
un desastre, intente arreglarme un poco y me encontraba en eso, cuando la mujer
salió del baño, no le preste atención, hasta que vi su reflejo en el espejo,
mirándome fijamente, era ella, ¡era ella!, mi asombro fue evidente. Pero era ella,
usaba el mismo sombrero negro y la misma
chaqueta de cuero que llevaba en el subterráneo, pero ¿Cómo había llegado aquí?
¿Cómo me encontró?
-
¿Podemos
hablar? – pregunto tranquila, cuanto odiaba y amaba esa tranquilidad suya,
recuerdo como nos llevó a la victoria en nuestro primer debate escolar, y como
empezó a debatir gracias a eso.
-
Sigues
igual que siempre, a ti nada te mueve el piso ¿verdad? – me sorprendí yo misma
de mis palabras, pero es cierto ya no soy ninguna niña, he aprendido mucho de
la vida en estos años.
-
Te
equivocas – respondió mientras se giraba para apoyarse en el lavamanos y clavar
la vista en la pared opuesta al espejo – tú acabas de movérmelo y mucho.
¿Qué?
Grito mi mente confundida, ¿qué significaba eso?
-
¿Qué
quieres de mi Paz? – preguntó aun con la mirada fija en la pared sin perder la
calma
No
supe que responder
-
Eso
fue una declaración de amor
Realice
un movimiento afirmativo con la cabeza a pesar de que sabía muy bien que no era
una pregunta.
-
Han
pasado muchos años, ¿crees que puedes aparecer de la nada y decirme que me
quieres como si nada?
Negué con la cabeza sin poder
contener una sonrisa, era un reproche, que extraño se sentía escucharla
reprochar, siempre pensé que no le importaba nada salvo la música.
-
Viste
a mi novia, sabias que no podía corresponderte – sonaba a una disculpa, pero
ella no solía disculparse nunca, quizás en serio había cambiado. Y debo
decirlo, eso me gustaba.
-
¿la
amas? – Pregunté con la mirada fija en el piso, después de todo no tenía nada
que perder.
-
Voy
a casarme con ella
-
No
fue eso lo que pregunté – alcé la vista
en el momento preciso para verla sonreírse
-
La
amo – afirmó con seguridad, sin dar más explicaciones, dándole ese peso que
solo ella sabía darle a las palabras, haciendo cada letra importante por sí
misma.
-
Lo
sabía, se nota
-
Entonces
¿Por qué hiciste todo esto? – estaba confundida, era lógico, yo también lo
estaba.
-
No
lo sé, sentí que tenía que hacerlo - era la única respuesta que tenia
-
¿lo
planeaste?
-
No
-
Entonces
¿solo me viste y decidiste declararte?
-
Para
ser honesta, no lo decidí, no lo pensé, solo sentí que debía hacerlo
-
¿Por
qué no me buscaste antes?
¿Cómo responder a eso? Si,
supongo que te busque, no muy activamente pero lo hice, quizás la pregunta
correcta, es ¿Por qué no me acerque antes?
-
¿Sabes
cuándo fue la última vez que nos vimos? – preguntó sin esperar que respondiera
su pregunta anterior, quizás sabía que no la respondería
-
Hace
cuatro años – deje que las palabras salieran de mi boca sin pensarlo y observe
como la sorpresa se apoderaba de su rostro.
-
¿Qué?
-
Nos
cruzamos en el centro de la ciudad, tu ibas rumbo al sur, probablemente a tu
casa, yo iba a la universidad, debió ser julio o agosto.
-
No
lo recuerdo, no te vi ¿Por qué no me hablaste?
-
¿Qué
te hubiera dicho? Tú ni siquiera me reconociste
Ahora era ella quien guardaba
silencio
-
Quería
estar bien, ser exitosa, valerme por mi misma
tener algo que ofrecer antes de volver a hablarte.
-
¿hace
cuánto sabes que sientes esto por mi?
-
Acabo
de descubrirlo
Que agradable era conversar con
ella, siempre me transmitió tanta calma, nuestras vidas pudieron ser tan
diferentes, quizás nunca volvamos a vernos después de hoy, pero por este
instante, todo era perfecto. No pude dejarlo pasar, me acerque a ella y busque
sus labios con los míos.
-
Lo
siento -
comento mientras sus músculos se ponían rígidos y se alzaba con toda su
altura impidiendo que la tocara.
Me aleje descubriendo mi error
sin atreverme a decir palabra.
-
En
verdad lamento que las cosas tengan que ser así
-
¿puedes
dejar de ser tan cortes? – le reproché herida
-
No
lo puedo evitar, supongo que hay cosas que no cambian.
Me sonrió y me obligo a sonreír
sintiendo una complicidad, de un pasado común, que hace mucho tiempo pensé
perdida.
-
¿te
puedo hacer una pregunta? – preguntó con tono inseguro
-
Adelante
-
¿si
sabias como terminaría esto porque lo hiciste?
-
Sentía
que si no lo hacía me arrepentiría toda mi vida
-
Y
ahora ¿te sientes mejor?
-
Al
menos ahora sabes lo que siento, y yo también lo se
La vi asentir pensativa,
analizaba la situación, perdí la cuenta de la innumerable cantidad de veces que
vi esa expresión en su rostro a lo largo de nuestra infancia, siempre fue un
ser muy analítico. Me hubiera encantado
saber que pasaba por su mente, pero nunca he sido capaz de interrumpirla cuando
la veo así.
-
Supongo
que entiendo, queda la conciencia tranquila
- comentó finalmente.
-
Algo
así – respondí
-
Sabes,
mi novia me espera – cambio de tema radicalmente
-
¿Se
molestará contigo?
-
Es
natural – respondió sonriendo – yo no debería estar aquí
-
¿Por
qué estás aquí entonces?
-
No
lo sé, quizás para dejar la conciencia tranquila
Ambas
nos miramos y sonreímos
-
Realmente
fue un gusto verte, pero debo irme – se despidió.
-
Lo
se
Se acercó a mí, me abrazó, me dio
un inocente beso en la mejilla, y me sonrió por última vez, dio media vuelta y
se marchó. La vi alejarse con la sensación de que perdía algo que realmente
nunca había tenido. Sentí que volvía a perderla, pero esta vez, era para siempre
y esta vez no la buscaría. Este fue el final que nunca tuvimos. Supongo que
enserio este día era especial, quizás no un buen día, pero si especial,
distinto a cualquier otro en mi vida, tan distinto que no parece real.
No
existen las casualidades. La vida, simplemente, se regodea con los laberintos
que nos impone.