Hoy
soñé contigo, si, no te sorprendas estoy hablando en serio, soñé contigo, soñé que
volvíamos a encontrarnos y que todo era igual, pero al mismo tiempo diferente,
tu eras tú, pero no tal como te recuerdo, y eso está claro, puesto que difícilmente
puedo evocar la última vez que estuvimos frente a frente.
-
¿Qué
ocurría en tu sueño?
-
Nada
-
¿nada?
-
Simplemente
estábamos tu y yo, en un lugar indefinido en un tiempo inexistente en una escena
jamás vivida.
-
Yo
creo que te gusto
-
Jajajajaja,
eres un bobo, yo creo que es un poco mas que eso.
Las
miradas se entrelazan entremedio de las sonrisas amenamente, una sensación
particular pero no por ello desconocida.
-
¿Por
qué me dejaste ir?
-
Tú
te fuiste por tu propia voluntad
-
Tú
nunca corriste tras de mi
Silencio,
evidencia de lo indiscutible
-
No
lo sé - responde mientras acaricia su
rostro sintiendo el suave roce de su barba – creo que pensé que regresarías
Silencio,
es difícil contar todas las veces que han faltado las palabras al ver la limpieza de
esos ojos celestes.
-
Siempre
me gusto tu honestidad
-
Siempre
supe que moverías el mundo por encontrarme aunque yo no moviera ni una piedra, aunque
nunca entendí porque me amabas
-
Pensé
que querías que te amara
-
Ahora
lo recuerdo ¿Quiénes eran?
-
Estas
hablando de un sueño
-
Puede
ser, pero no lo entiendo
-
¿importa
realmente?
Siempre
es complejo definir lo importante cuando no se está claro que es lo que forma
parte de la realidad
-
¿Por
qué estás aquí?
-
Tú
me llamaste
-
¿lo
hice?
-
Querías
verme
-
Sabes
lo mucho que me molesta cuando te comportas como mi sirviente ¿porque hablas
como si estuvieras aquí por mi voluntad y no por la tuya?
-
Sabes
que no rompo mis promesas
-
Lo
sé – exclamó refugiándose en su pecho, sintiendo sus músculos reconciliándose con
su aroma
-
Suena
tu teléfono
Existe
un momento preciso que solo ocurre en algunas fantasía donde es el mismo sueño
el que te recuerda la realidad. Ella busca en su bolsillo, hasta dar con el
pequeño aparato, mira su pantalla brillante, es un recordatorio “Cumpleaños de
Alberto”.
Debería borrarlo, pensó Ema, tal como lo hacia
todos los años. Le era imposible no recordar aquella última noche donde
acompañado por un par de desconocidos él se había alejado diciendo que todo había
terminado. Si tan solo no me hubiera
marchado, se reprocho a si misma mientras se volteaba a contemplar la habitación.
Nunca
se había acostumbrado al espacio adicional, nunca se había acostumbrado a la
soledad.
