Rodeada entre
los cristales rotos de cada espejo que servía de pared en tu castillo de
cristal, es imposible decir si fue más dañino derribar los muros o mantenerse
firme ante las esquirlas, sin embargo algo es innegable, el frio poco a poco
desaparece ya sea por el sol que finalmente puede tocarme, ya sea por la sangre
tibia que me baña, solo quisiera saber si es tuya o mía, la sangre, el crepúsculo,
el renacer entre los escombros para saludar al día, al mundo a lo que siempre
nos rodeó y nunca conocimos.