domingo, 20 de octubre de 2013

Paciencia

No todas las palabras están dichas
Ni todos los destinos están sellados
No todas las historias están escritas
Ni todo pasado es olvidado


Aún vivo un sueño del que no he despertado
Si miraras en mis ojos lo que buscas en mis manos
Notarias que aun espero que te sientes a mi lado

No todos los caminos fueron recorridos
Ni todas las puertas se encuentran abiertas
No todos los recuerdos son amados
Nadie escucha las palabras sueltas

Aun te hablo en las miradas que no fueron encontradas
Si dijera lo que escribo o escucharas lo que canto
Rompería en un sonido todo silencio pasado


No toda distancia es eterna
Ni todo tiempo es recorrible
No toda caricia es tangible
Ni toda sonrisa es un llamado


Aun espero que recuerdes que me encuentro aquí esperando
Si palparas en mi pecho los latidos provocados por tus manos
Notarias que te extraño mucho más de lo pensado.




miércoles, 9 de octubre de 2013

Números Primos

Los reflejos rojizos del atardecer irrumpen por la ventana cautelosos como temerosos de molestar a los habitantes inexistentes de la habitación,  apoderándose del viejo sombrero de vaquero que cuelga solitario en el respaldo de la silla que encabeza la mesa. Es tarde pero todo está intacto, antes de que termine el día todo luce exactamente igual que en su inicio.

Aquel día  Alberto se levantó temprano, cuando el sol recién empezaba a saludar el día, pero la habitación era oscura pues no hay ventanas en el lado este de su departamento, se calzo las botas y se vistió de convicción antes de ponerse el sombrero, era el día esperado, la dichosa prueba de fuego, el plazo se cumplía y el punto de no retorno se burlaba de él con cada minuto que transcurría.
Como un autómata repitió en su mente la frase que su padre con tanto ahínco le había inculcado en sus años de infancia
 
“Lo único que no tiene solución es la muerte, nadie es irremplazable, todo lo material se recupera, nadie te asegura nada o te adaptas para seguir viviendo o mueres en el intento”
Cerró la puerta como cada dia y caminó las acostumbradas dos cuadras en línea recta, atravesó el parque y se sentó en la última banca de la izquierda, hoy no tenía trabajo había pedido el día libre y tenía en el borrador de su carta de renuncia en su correo electrónico, escrita con meses de anticipación como resguardo ante la posibilidad que su mente se esforzaba por no conciderar. Era un martes extraño le costaba creer que se cumplían tres años finalmente, hoy Lucia volvería, al menos así lo había prometido, una promesa al aire que él bajo su parada de hombre desinteresado se había tomado personal y sin decirlo a nadie comenzó a esperarla, aplazó sus planes tanto de emigrar a Irlanda, como de regresar a su patria, usando escusas baratas que sus amigos disimulaban creer, pero no hay plazo que no se cumpla ni cuneta que no se pague, después de hoy nada volvería a ser igual.

El día avanzo sereno, sin prisa ni apuro pero cada minuto le confirmaba a Alberto su realidad, estaba perdiendo el tiempo.
Cuatro en punto, el momento exacto en que todo terminaba, se levantó de su asiento y miro hacia ambos lados esperanzado, un perro callejero con el pelaje revuelto y la lengua afuera lo saludo con entusiasmo a la distancia, pero el joven no fue capaz de devolverle la sonrisa. No había ni la sobra de aquella que esperaba, lamentándose y gastado sus últimas esperanzas  decidió esperar un poco más, deambulo por los alrededores encendiendo un cigarro, un hábito que había adquirido para amansar la espera de las cosas que terminan por no llegar, lo consumió lentamente y se sentó sin dejar que el dolor se reflejara en su cuerpo.

Finalmente el día termina, el sombrero de vaquero volvió a su lugar en un arrebato de resignación, Alberto miro la fotografía que había sido su luz de alegría durante los últimos 36 meses, en la imagen vivía el sueño que sabía una fantasía y disfrutaba esa alegría que con certeza le fue prestada, hoy era el final “adaptarse o morir” la vida debía continuar. Guardo su ropa mecánicamente en su maleta procurado llevarse solo lo necesario, no quería más recuerdos, bastante tenía con los que deambulaban por su mente, ya mandaría a alguien por lo demás si llegaba a hacerle falta.

Dio una última mirada a su morada y se dispuso a tomar su sombrero para marchar, pero se detuvo un instante antes de que sus dedos tocaran la tela, tenía que sacarla de su cabeza y ese era un regalo con el que ya no era capaz de cargar “adaptarse o morir” se repetía una y otra vez, aferrándose a las palabras para no desmoronarse.

Dejo el sombrero colgado en el respaldo de la silla como siempre hacia, dejo el departamento ordenado, pues detestaba regresar cansado y tener que ordenar aunque esta vez no regresaría, dejo la fotografía y todo lo demás intacto, presa de la oscuridad que finalmente se apodera de todo, cerró la puerta y camino con paso firme procurando no mirar atrás.

Cerca de la media noche sin aviso y sin espera cuando el calor ha desparecido de las paredes una perdida mano golpea la puerta sin respuesta, es demasiado tarde para seguir esperando, demasiado tarde incluso para las esperanzas.