lunes, 10 de junio de 2013

Un último respiro


El cielo se cierra producto de los edificios que esconden su brillo, en la cotidianidad citadina es difícil no sentir el deseo de escapar cada cierto tiempo, quizás un lunes no sea el momento más indicado pensó  Jake aquella mañana, por lo que continuó caminando por los adoquines de New York, sintiendo la brisa golpearle la cara, manteniendo el calor de su cuerpo con un poco de café. Se aproximaba un tedioso día en la oficina que el supuesto descanso de fin de semana no era capaz de opacar.

Seis de la tarde en punto, el trabajo desapareció las horas  en su monotonía y al terminar el dia la luz entraba por la ventana de su oficina con la misma intensidad que cuando abrió la puerta al entrar, “no puedo con esto” se dijo en su mente, tomó su abrigo y abandonó el edificio sin despedirse de nadie, sin que nadie notara su partida. Recorrió las calles a toda velocidad en su auto pero el aire no lograba llenar sus pulmones, “quizás debí caminar” pensó mientras cruzaba el limite urbano de la ciudad, ya no tenía sentido pensarlo tanto.
Subió a uno de los escasos cerros que rodeaban la ciudad  y se introdujo en uno de los no muy conocidos miradores, el lugar estaba desierto, detuvo el motor y espero a que el sonido de la maquina desapareciera de sus oídos, que solitario se sentía en aquella poblada ciudad, pronto la estreches del vehículo comenzó a agobiarle, abrió la ventana, pero no fue suficiente por lo que se vio obligado a descender. Caminar sobre sus propias piernas le devolvió la autonomía una vez olvidada, caminó lentamente disfrutando cada paso, apoyó su cuerpo sobre el barandal de seguridad y observo la ciudad con unos ojos que nunca tuvo, las luces bailaban frente a sus pupilas lejanas recordándole la infinidad de personas que compartían la vida a su lado sin que lo notara, sin que le importaran y sin que él les importara a ellos.

Era un barandal delgado de no más de 8 cm, de ancho sin embargo, presa de un impulso, Jake se encaramo e irguió sobre él y aprovechando un equilibrio que se desconocía se posiciono frente a la vista con toda comodidad, con más facilidad que si se parara de pie en tierra firme. Por un instante miro directo hacia sus pies, como en la mayoría de los miradores de esa ciudad junto a la barrera de seguridad se encontraba una empinada quebrada, al menos unos cincuenta metros de tierra desnivelada plagada de rocas sueltas e irregulares, una muerte segura. Jake alzó la mirada sin siquiera considerar el riesgo de sus acciones, la ciudad seguía frente a él, incandescente y oscura al mismo tiempo, llena de personas y al mismo tiempo cubierta de individuales soledades,  el joven levanto los brazos y por un momento que pareció eterno se sintió un ave incapaz de volar, quiso lanzarse al vacío pues la inmovilidad lo ahogaba, aun buscaba aire para poder respirar.

Un sonido desvió sus pensamientos, su móvil sonaba en el momento preciso para demorar su pensamiento, busco entre sus bolsillo y contesto sin mirar el número.

-          ¿Aló?- saludó de forma inerte.
-          ¿Jake?  Hola amor.
-          Hola cielo, ¿Cómo estás?  – respondió el joven al reconocer la voz de su novia.
-          -Bien ¿y tú?
-            Bien – respondió de forma mecánica sin estar seguro de la veracidad de sus palabras.
-           Sé que hemos estado algo distanciados – comenzó ella y espero un par de segundo algún comentario, al no tenerlo continuo -  solo quiera decirte, que te extraño, en serio te extraño y te quiero mucho.

Silencio

-          Bueno no quiero molestarte más, de seguro estas ocupado, que tengas buenas noches amor
-          Cielo…
-          ¿sí?
-          …También te quiero
-           Lo sé – era extraño pero aun por teléfono podría percibir la sonrisa en el rostro de Jake
-          Buenas noches Linda
-          Buenas noches

La comunicación se cortó y Jake volvió a encontrarse solo en el mirador frente a la ciudad, de pie en un delgado barandal, pero esta vez  inclino la nuca y pudo ver un cielo estrellado, normalmente borrado por la contaminación lumínica, observó los astros aun con la sonrisa en sus labios y el móvil en su mano, seguía tan solo como hace 15 minutos, pero ya no se sentía igual, bajo ese mismo cielo que cobijaba a toda la humanidad había una persona que pensaba en él, tal como él pensaba en ella y en su corazón eso era suficiente para poder latir y respirar el aire que entraba a su cuerpo.

En un extraordinario movimiento de equilibrio se giró usando una pierna como eje y quedando con el rostro frente a su auto pero sin perder de vista el cosmos ni por un momento. El cuello empezaba a dolerle por la posición y la brisa le helaba las orejas. Jake miro las ciudad de soslayo por ultima vez, guardo el móvil en su bolsillo y descendió a tierra de un salto, amortiguando la ciada con una flexión de rodillas.

“todo vale la pena”  se dijo en un susurro a si mismo mientras subía a su vehículo y regresaba a la  monótona cotidianidad, que por esta noche dejaba de ser cotidiana.





Inspirado en la canción “one last breath” de Creed