sábado, 7 de marzo de 2015

Derecho humano

Tic-tac tic-tac, 3:32 de la mañana, nuevamente debatiendo con los pensamientos Robert se enreda entre las sabanas, girando una y otra vez intentando encontrar la posición que le acomode más, intentando cansarse, intentando dar caza a Morfeo, pero no tiene éxito, sabe bien que el sueño se le ha vuelto esquivo hace ya mucho tiempo y no hay nada que pueda hacer contra eso.

Es por ella o por ella, siempre hay una mujer que entretiene su mente y le roba la tranquilidad ya debería estar acostumbrado a ello pero no es así. 3:38 Robert sigue cada cambio en su reloj electrónico con la misma atención que un estadista observa una variable, como si de un momento a otro el cambio se convirtiera en un determinante y su vida se restableciera como nunca lo ha hecho.

Tic-tac tic-tac ya empieza a asfixiarse con las sabanas, ya empieza a sentirse aplastado por su mente, ya empieza a asumir que nada tiene sentido ni siquiera dormir. En un arrebato salta de su cama y se ponen a deambular de un lado a otro por la habitación solo con el objeto de satisfacer la necesidad de movimiento, solo para intentar escapar de sus pensamientos, pero era inútil, volvía a la cama, volvía cerrar los ojos, volvía a perder el tiempo.

La noche no está despejada sin embargo la luna regente tiene un brillo tal que es capaz de colarse por las ventanas a través de las cortinas e iluminar al joven con luz suficiente como para permitirle delinear cada uno de los objetos en su conocida habitación. Pero ya son las 3:47 y  no hay nada que hacer salvo mirar el reloj,  sentado en el borde de la cama sumido en esta variable oscuridad todo parece más simple, más lejano, menos importante. Con todo gusto cerraba los ojos intentando escapar de la oscuridad, pero al interior de sus parpados el negro era aún más profundo, mas implacable incluso más abrazador.

Robert siente una suave mano tocar su mejilla, pero no se sobresaltó ante el tacto,  ha vivido demasiado tiempo con sus fantasmas para que hayan dejado de ser una sorpresa.
-          Vete Sabine – exclamó quedamente mientras apartaba el rostro con fastidio. Sin siquiera dirigir la mirada a esa figura que conocía bien.

El haber aprendido a vivir con sus recuerdos no significaba que quisiera mantenerlos a su lado simplemente ya no sabía que más hacer para apartarlos. Venían sin que los llamara y se marchaban de un momento a otro sin previo  aviso pero, lamentablemente,  siempre volvían quizás esta era su peor condena.

Tic-tac tic-tac “estoy perdiendo el tiempo” grito en su mente sumiéndose en el completo silencio tendiéndose de espaldas sobre su cama retomando su cacería del mundo onírico que se niega a recibirlo, intentando escapar de la realidad.
-          No me abandones – le susurro Sabine en el oído mientras se acurrucaba en su costado apoyando la cabeza sobre su hombro.
Instintivamente puso un brazo sobre aquel lugar donde ella debería estar, intentado abrigar un ingrávido cuerpo completamente intangible
-          Debo seguir con mi vida, ya no puedo continuar así – intento explicarse Robert
-          Ella no te quiere, eres consciente de ello ¿porque insistes en buscarla si lo único que hace es despreciarte una y otra vez?
-          Tú sí que sabes de eso ¿no?- se burló arqueando una ceja con la mirada fija en el techo de habitación.
-          Yo te quería, de hecho aún te quiero y lo sabes – respondió Sabine aferrándose a su cuerpo.
-          Tú no sabes querer a nadie
-          Dame otra oportunidad – suplico  mientras ponía el teléfono móvil sobre su pecho
-          Nunca, eres un ciclo cerrado - replicó él tomando el móvil y dejándolo sobre el reloj digital que marcaba las 4:02
-          Entonces ¿Por qué sigo aquí? -  preguntó seductoramente mientras se sentaba sobre las caderas de Robert de forma erguida invitándolo a apreciar todos sus atributos.
-          Créeme que me he hecho la misma pregunta demasiadas veces – respondió Robert incapaz de apartar la mirada de los claros ojos de aquella mujer que parecían brillar en medio de tanta oscuridad.
-          Aun me amas - exclamó Sabine al tiempo que se inclinaba para besarlo, mientras endurecía su virilidad con el suave tacto de sus manos.
-          Ya no - exclamó Robert mientras la apartaba de su cuerpo y se levantaba de la cama- ¡ya no significas nada para mí!
La rechazo con tal vehemencia que el mismo se estremeció ante sus palabras, pero ella no parecía darse por aludida, no tenía intención de rendirse, siempre fue peligrosamente obstinada, esa era una de las tantas cualidades que lo habían  invitado a caer a sus pies.
-          Vamos, sabes que a ella ni siquiera le interesas, sabes que si pudiera dejar de verte lo haría, sabes que concentrar tu poca energía en ella no tiene sentido. ¿por qué lo haces?
-          En primer lugar ella con su sola presencia me hace mejor que tú con tus palabras, en segundo lugar aunque ella no estuviera no volvería a ti y conoces muy bien mis motivos.
-          Mientes - exclamó ella-  y nunca has sido buen mentiroso.
-          No tengo porque soportar esto, ya pague mis culpas – exclamó, molesto, mientras se dirigía  a la salida de la habitación.
Se encontraba en el mismo dintel de la puerta cuando la imagen de Sabine casi tan corpórea como su existencia se figuró frente a él
-          No puedes escapar de mi- exclamó ella cortándole el paso, Robert intento apartarla pero su brazo simplemente atravesó su imagen.
-          Soy parte de ti, estas condenado a mi presencia- se burló ella
-          No es cierto – negó Robert mientras se marchaba en dirección opuesta
-          ¿Qué harás ahora? No puedes correr eternamente, vuelve a mí – lo presiono Sabine  materializándose nuevamente frente a su rostro.
-          Voy a  terminar con esto - respondió Robert mientras un brillo de demencia iluminaba sus ojos.
-          Palabras, solo palabras, no puedes hacer nada contra mi
-          Me subestimas como siempre - respondió él mientras atravesaba su imagen y entraba al baño.

Se miró al espejo un momento, estaba demacrado, había perdido la musculatura de la que tanto orgullo había sentido  antaño, su 1.82mts de altura se veían mucho más pequeños y la barba incipiente amenazaba con invadirle el rostro, pero eso no era nada comparado con la desesperación que emanaban sus celestes ojos, nunca había sido particularmente guapo pero ahora se sentía en decadencia, levanto la vista y vio a Sabine en el umbral de la puerta, que distinto era cuando la conoció..

-          Conmigo eras un galán, un hombre envidiado y codiciado, ahora mírate eres solo un despojo de lo que eras, vuelve a mí y vuelve a ser lo que eras.
-          Déjame tranquilo - respondió Robert cerrando la puerta del baño
-          Entiende que no puedes apartarme de ti - le recordó ella mientras aparecía nuevamente ante su vista.
-          Ya veremos – amenazó él mientras sacaba la hoja de una de sus máquinas de afeitar
-          ¿Qué harás? ¿cortarme en pedazos? – se burló ella sin el menor temor
-          No, hare algo aún mejor.

Robert levanto la hoja para contemplar su brillo pero había demasiada oscuridad, solo había una forma de comprobar el filo, sin pensarlo dos veces clavo firmemente la delgada hoja en su brazo izquierdo y sintiendo como el calor de su sangre recorría su piel acompañado de un sutil dolor repaso el corte con la yema de un dedo “no va a funcionar, es muy delgada” se dijo a sí mismo. Rápidamente se incorporó y busco más hojas, tenía tres más embazadas, con la que mantenía en su mano eran cuatro.

-          Espero sean suficientes - Exclamó en voz alta al tiempo que notaba que todo estaba en silencio, Sabine había desaparecido, pero solo era temporal lo sabía, no podía retroceder ahora.
Tomó las hojas en línea y arremetió esta vez contra su muslo derecho, el filo atravesó el tejido con suavidad sin encontrar resistencia, Un corte profundo que se abría y le suplicaba a Robert dejar de estar de pie, el joven cayó al piso deslizándose por la pared del pequeño cuarto mientras sonreía. La sangre bañaba sus manos y aun en aquella oscuridad sentía como el líquido escarlata brillaba, como escapaba de su cuerpo liberándolo de todo el veneno que había acumulado por años.
Solo un corte más y todo terminaría, giro la cabeza hacia la izquierda y volvió a alinear las hojas en su mano intentando que no se resbalaran entre el líquido vital.
-          ¡No lo hagas! - suplico la voz de Sabine desde el interior de su mente

Pero era demasiado tarde sin darse tiempo de dudar deslizo el filo firmemente por su cuello acabando con el flujo continuo de la arteria pulmonar. Cerró los ojos sintiendo el cuerpo caliente, sintiendo su corazón acelerando intentado restablecer la vida que se escapaba de sus músculos, sintiendo todo dentro de él convulsionar y al mismo tiempo deseando finalmente descansar.

Tic-tac tic-tac 6:53 am, el cielo comienza a aclarar ante la llegada del amanecer
-          Bueno días – saluda una conocida voz
Robert, abre las ojos, incrédulo ante la imagen de Sabine
-          Si bien yo soy solo un recuerdo, olvidar, empezar de nuevo, morir, soñar, ser feliz, son derechos humanos y ni yo ni tú, amor mío, somos humanos, lo siento – se explicó la joven mientras se desvanecía al ser atravesada por los rayos del nuevo día.
-          Adiós – se despidió Robert con dolor
-          Hasta mañana – respondió ella sintiendo la decepción del joven apuñalando su onírica existencia, volviendo a despertar.