sábado, 17 de enero de 2015

El principio del fin

La verdad es que nos conocíamos bien, o al menos eso creía, aunque siempre tuve mis dudas. Caroline era una mujer singular, llego al trabajo hace 3 o 4 años, no recuerdo la fecha exacta pero si el momento como si pudiera verla entrar en este mismo instante por la puerta de la oficina. Se le asignó el escritorio junto al mío y fuimos compañeras desde entonces, nunca pensé que las cosas pudieran cambiar, pero sucedió.

Ella era una mujer discreta, nunca hubiera dejado que nadie en la respetable oficina de finanzas  notara su homosexualidad pero, yo lo sabía, lo adivine en el primer momento que la vi. Supongo que es cierto eso que dicen, los demonios nos reconocemos entre nosotros, quizás por eso hicimos tan buenas migas desde un comienzo, rápidamente nos acostumbramos a almorzar juntas y nos suplíamos mutuamente en el trabajo cada vez que hacía falta, se diría que contribuíamos óptimamente al buen clima laboral.

-¿Qué paso?
Las cosas estaban extrañas hace algún tiempo,  así que ayer cuando salimos de la oficina la invite a tomarse un café a mi departamento pues queda cerca, así que frecuentemente  vamos allá luego del trabajo, especial los viernes que salimos más temprano, después yo la suelo ir a dejar a su casa en mi auto.

-¿aceptó?

Claro,  ¿Por qué se rehusaría? Después de todo somos amigas o lo fuimos, no lo sé. El punto es que ayer en la tarde las cosas estaban raras, ella estaba más tensa que de costumbre y eso ya es mucho decir, así que  me senté  su lado en el sofá y le serví su café como siempre, pero no lo tocó.
-          ¿Me dirás que te pasa? – pregunté sin preámbulos
-           Nada – respondió ella apartando la mirada
-           Como quieras – sabía bien que presionarla no servía de nada
-           Aun no te das cuenta ¿verdad? – me provocó con la mirada fija en su tasa de café
-           Aparentemente no, podrías explicármelo
-          No vale la pena – respondió quitándole importancia al asunto procurando sentarse con una postura aparentemente más relajadamente en el sofá y bebiendo por primera vez algo del brebaje caliente.
Siempre me dejaba perpleja, esa era su cualidad sembrar la duda, atraerme hasta que me metiera en su laberinto y luego abandonarme en un callejón sin salida, era lo atractivo de nuestra a amistad y uno de los tantos motivos por los que nunca quise que nuestra relación fuera más que eso. Ayer tuve un mal día, en realidad llevo teniendo malos días desde hace un buen tiempo así que mi paciencia ha ido decreciendo. Recuerdo que la mire fijamente y con el tono más neutro que pude generar le hable.

-          ¿alguna vez dejaras de esconderte tras tus juegos y te enfrentaras a mí?
-           Es parte de mi personalidad – respondió Caroline
-          ¿No crees que si quisiera hacerte daño ya lo habría hecho?
-          Quizás
-          Entonces  ¿Por qué me tienes tanto miedo?
-          No te tengo miedo – respondió clavándome su mirada penetrante, había tocado su orgullo y ese era terreno peligroso, si llegaba a sentirse vulnerable se defendería como gato de espaldas.
-          En algún momento tendrás que confiar en alguien  - había aprendido a tratarla con toda la sutileza necesaria.
-          No es necesario
-          Como digas – me rendí, deje que la conversación reposara por un momento mientras bebía un poco de mi café.
Recuerdo que me miro desdeñosa así que acaricie su cabeza tal como se hace con un niño pequeño, es un hábito muy arraigado que tengo

-          No hagas eso, me despeinas – se quejó
-          Pero que genio, si sigues así te saldrán arrugas – respondí a modo de broma
-          Tu sí que sabes de eso
-          Touche – me hice la ofendida mientras me reía por lo bajo y volví a acariciar su cabello, esta vez no dijo nada, solo gruño para denotar su molestia
-          Relájate un poco – le dije mientras le daba un pequeño golpe con la cabeza, lo cierto es que para ser dos personas con tanto dialogo nos comunicábamos mejor con gestos.
Entonces durante una fracción de segundo nuestros ojos se encontraron, vi sus pupilas brillar y en un instante lo comprendí todo, se acercó para besarme, pero en un acto reflejo la esquive, vi su dolor al alejarse ante mi rechazo.

-          Espera, ¿que significa esto?  - no respondió, no esperaba que lo hiciera podía ver cuánto le había costado realizar ese último movimiento sin que hubiera necesidad de palabras.
Me quede perpleja por un momento, fue como si el tiempo se congelara, ella ahí, a no más de 10 cm de mí en su isla personal con la mirada fija en el suelo, yo acá incapaz de dejar de contemplarla con la mente completamente confundida, la verdad es que la quiero mucho, pero no de esa forma, eso no tenía que ser así, realmente no quería perder a mi amiga, pero lo cierto es que ya la había perdido, quizás nunca la tuve. Me sentí abandonada a su lado, y la sentí perdida junto a mí.

Las dudas recorrían mi mente en un sin sentido de pensamientos inconexos, no tenia tiempo para pensar el ¿Cómo? ¿Cuándo? y ¿Por qué? Ese era definitivamente uno de los momentos en la vida en que era preciso elegir entre actuar pese a las miles de incertidumbre y vivir el resto de los días preguntándose el ¿Qué hubiera pasado si? Lo cierto es que tome mi decisión en base a la mera tormenta de emociones que experimentaba. Me acerque, acaricie su mejilla obligándola a mirarme, sus ojos titilaban negándose a quebrarse.
-           Supongo que ya he perdido todo – le dije con resignación antes de besarla, sin estar muy consiente de mis actos.
Ella me respondió el beso con suavidad incluso con poco de miedo, me detuve por un momento, y la vi como nunca la había visto, frágil vulnerable, alcanzable,  permitiéndome acercarme. Recuerdo que la abrasé tan fuerte que perdí el aliento por un par de segundos, realmente quería mantenerla  a mi lado a sabiendas de que ya no quedaba nada por hacer, en ese instante todo era insignificante, nada importaba realmente.

Me aleje un poco para contemplarla sin librarla de mis brazos, yo aún estaba demasiado confundida, ella me  beso con desarraigo, con seguridad, se estaba entregando a mí  a su manera y yo era capaz de percibirlo por lo que me resultaba imposible dejarla. Le respondí el beso, muy lentamente nos fuimos tranquilizando, la desesperación dio paso al descubrimiento y poco a poco fui recorriendo su cuerpo con mis manos, con mucha suavidad y delicadeza. Soy una mujer experimentada pero me sentí torpe ante ella, no la imagine tan sumisa y tan preocupada.     Recuerdo que su cuerpo temblaba cuando desabroche su vestido, por eso me detuve, me puse de pie, tome su mano, y la guie a mi habitación. No sabía que era esto, amor, sexo, cariño, aun no lo sé, pero sabía que pasara lo que pasara  no podía ocurrir en el sofá, ella no se merecía eso y para ser honesta yo tampoco.
Sin decir palabra me permitió desvestirla, sin negarse en ningún momento, al dejar caer el vestido y rosar su piel desnuda con la punta de mis dedos, me permití preguntarle con la mirada “estas segura” ella tomo mi nuca y me acerco hacia si para besarme enérgicamente. Se encontraba muerta de miedo, no había duda de eso, pero quería continuar pese a ello. Delicadamente  la fui empujando con mi cuerpo hasta tenderla sobre la cama y bajo mi humanidad. Debo reconocer que se veía hermosa sobre mi cobertor blanco.
Lo cierto es que suelo ser muy agresiva en esas situaciones incluso algo ruda a veces, pero con ella no, con ella era diferente, con Caroline me tome mi tiempo en cada movimiento, permití que mis besos se impregnaran en su piel,  y la deje desvestirme cuando ella así lo quiso. Creo que aun siento sus manos en mi espalda, aun saboreo sus labios, que debo reconocer no imagine tan dulces. Permitir que nuestros cuerpo se reconocieran sin pensar en las consecuencias fue quizás una de las mejores experiencias de mi vida, descender con mi mano por la curva de su cintura hasta sus caderas solo es comparable con la gloria, llegado el momento, sin detenerme a pensar ni un segundo en lo que estaba haciendo, descendí con mi boca por su cuerpo, mordisquee su ingle, saboree sus labios y permití a mi lengua deleitarse con su humedad. Su cuerpo se estremeció ante mi contacto, mi propio cuerpo respondía ante sus movimientos, mi mano recorrió su pecho hasta ceder por el encanto de sus pezones, mi lengua y mis dedos fueron uno solo, mi cuerpo le pertnecia  y yo no era capaz de pensar en nada más que en el movimiento de sus caderas ante un estremecimiento de placer, el ritmo fue aumentando y mi corazón ya no caía dentro de mi pecho, me fue imposible resistirme  ante el placer que me produjo el que clavara sus uñas en mi piel al llegar al clímax.
Fue mágico, en una fracción de segundo estaba sobre mí
-           Espera, disfruta el momento – le dije cuando me sentí presa de su cuerpo
-           No puedo dejarte así – me respondió rosando un dedo sobre mi clítoris.
Me resulto inevitable gemir, el haberla poseído me había llevado a un nivel inimaginado y ahora mi cuerpo exigía placer, recuerdo que llenaba mi boca con su pecho mientras me penetraba con suavidad y sonreía, no podría olvidarlo, sonreía satisfecha de sí misma, sonreía poderosa, sonreía feliz, realmente feliz sin mascaras ni actuaciones, como nunca pensé que la vería y fue con su sonrisa que toque el cielo.
La recuerdo regodeándose ante mis gemidos, la recuerdo confiada entre mis brazos, estuvimos juntas por horas, y al terminar presas del cansancio nos acurrucamos juntas, lo último que recuerdo fue su mano acariciando mi cabeza antes de que el cansancio me venciera.

Esta mañana desperté sola,  la verdad no me asuste ni me ofendí, no esperaba que estuviera a mi lado al despertar, Caroline es un ser singular pero al menos sus hábitos los conozco. No quise buscarla, no sabría que decirle, no sé qué somos, no sé qué quiero que seamos ni que quiere ella de mí, no sé nada realmente, ni siquiera sé si lo que ocurrió anoche estuvo bien solo sé que no me arrepiento, pues sea como sea así lo sentí.  No creo que pueda tener una relación con ella, somos demasiado diferentes y definitivamente ya no puedo considerarla mi amiga, ni siquiera sé si quería verla, todo era y es muy confuso. Quizás lo mejor seria separarnos, no vernos más, pedir una licencia y cambiarme de trabajo, después de todo hace rato venia pensando en un cambio.

Es sábado, hoy no toca ir al trabajo, así que me encontraba  meditando esto sentada en mi cocina americana con un taza de café cuando usted me llamó. No sé cómo me vestí ni como conduje, pero aquí estoy, aun no me creo lo que paso, todo parece simplemente un sueño o quizás una pesadilla, aun espero despertar como cada día, llegar a la oficina, verla pasar por mi puesto y hacerle una broma por su puntualidad como si nada hubiera pasado. Siendo honesta temo un poco volver el lunes y no resistir su ausencia.
-           Muchas gracias, por su cooperación
-           Muchas gracias a usted por escucharme
-           La mantendremos informada
-           Oficial, una cosa mas
-           ¿sí?
-           Ella no se suicidó, puede que pareciera una persona depresiva a veces, lúgubre todo el tiempo, pero yo la conocía y en el fondo tenia luz
-           Lo tendre presente
-           Gracias

El oficial se puso en pie, cerró la puerta y se marchó, pero yo sigo aquí, sin ser capaz de moverme de esta comisaria, sin dar crédito a todo lo que ha pasado,  incapaz de volver a ponerme de pie, incapaz de volver a pensar en algo que no seas tú.