martes, 29 de abril de 2014

Otra vez



Este es mi quincuagésimo intento de misiva, después de tomar el móvil diecisiete veces intentado llamarte y tras ventidos mensajes de texto no enviados, vuelvo a iniciar una carta que sé, no pasara nunca delante de tus ojos, simplemente porque aquellas pocas palabras que nos quedan no me corresponde a mi iniciarlas.
Ayer vi a Isabel, tu amiga de toda la vida con la que yo pese a los años nunca logre congeniar del todo, la vi pasar por una la vereda de frente en el centro de la ciudad, aunque solo fue un momento no podría confundir a Isabel, no recuerdo que dirección llevaba o como iba vestida. Tan solo la mire un instante y pensé en acercarme, si así como lo lees, yo acercándome a Isabel voluntariamente, pero lo cierto es que conozco bien su discreción y quería saber de ti, de tu vida, de tu mundo, que dejo de ser el mío y estaba en aquellas cavilaciones cuando noté que aquella mujer, junto con la posibilidad que representaba había desaparecido, ni siquiera se cuando sucedió solo sé que súbitamente desapareció de mi vista, como si nunca hubiera estado allí, quizás fue mi imaginación, quizás no era ella, quizás no era nadie, solo yo y mi sobresaturada mente jugándome malas pasadas.
Me gustaría decirte, que el verla te trajo de nuevo a mi mente, y que tras los meses sin cruzarlo por mi cabeza decidí contactarte para saber que tal estabas, tú sabes en pro de los buenos recuerdos y los finales maduros, tal cual haría  una persona como cualquier otra, como un ser normal, pero sería una asquerosa falta a la verdad y sabemos bien que a mí no se me da bien ni ser normal ni mentir.

Lo que nos lleva de nuevo al mismo punto,  ¿Qué quiero? Pues para hablar con claridad, no lo sé, entonces empiezo y desecho saludos una y otra vez  varias veces al día. Supongo que es normal, la verdad no lo sé, nunca he sabido bien lo que es normal, pero tampoco me parece extraño, simplemente me gustaría verte una vez más, pese a que se bien que ello no conducirá a nada, ya todo está terminado, timbrado, finiquitado y atestiguado por notario, y aun sabiendo eso de algún modo que escapa a la lógica, el desear volver a verte me parece de lo más normal. Pues no hare nada, no quiero verte, así como tú tampoco quieres verme

Entonces me despido, tomo la carta, la arrugo, la tiro a un rincón, me levanto de la silla y salgo de la habitación, pero en el umbral de la puerta vuelvo a cambiar de opinión, me agacho a recoger el papel y me siento mientras  intento devolverle su forma original. Busco las palabras en mi interior, pero nada viene a mi mente. Miro  por la ventana, que agradable me resulta el otoño, ¿te acuerdas que te dije era mi estación preferida? Claro que lo recuerdas, estuviste más de una hora intentando convencerme de que era mejor la primavera, con las flores y el verde follaje,  el verde follaje, ese fue el argumento que me gano la batalla, pues  yo también soy susceptible a la naturaleza pero a diferencia tuya yo puedo perderme entre el vivaz follaje a un en otoño, incluso en invierno, solo me basta mirar tus ojos y perderme en la primavera. Me sonrío mirando por la ventana y vuelvo a escribir.


“Hola, te extraño…”

Leo mis palabras y luego recuerdo que ya te extrañaba cuando aun estaba contigo, vuelvo a arrugar el papel y lo arrojo fuera del alcance de mi vista.

Este fue el quincuagésimo intento de misiva que  nunca llegara a estar frente a tus ojos, me pongo de pie y salgo de la habitación intentado nuevamente escapar e ti y de mi propia esencia.


 

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